Luna Negra y Señora de las Encrucijadas.
Diosa griega del mundo subterráneo, mucho más antigua que o el resto de los dioses del Olimpo. Su día sagrado es Hallomas o Halloween, que se celebra el 31 de octubre en el Hemisferio Norte. Es la víspera de Todos los Santos cuando se dice que los espíritus de los muertos caminan por la tierra y desaparecen los límites entre la vida y la muerte. En algunos círculos, Halloween es el Año Nuevo de las brujas. Es la época del año ubicada entre el otoño y el solsticio de invierno, “cuando el sol comienza su viaje hacia la oscuridad”. El verano y sus cosechas quedan atrás y llega el momento para retirarse al interior de las casas, frente al fuego del hogar, en una actitud más introspectiva. Para el calendario celta esta época es conocida como Samhain y es uno de los festivales del fuego. Por eso se lo celebra con el encendido de hogueras.
Como la madre de las brujas, Hécate representa la magia y la elaboración de hechizos. En muchas tradiciones, se la representa con tres cabezas (que pueden ser de diferentes animales como león, perro y yegua) o acompañada por un sabueso de tres cabezas como mascota (el Can Cerbero, guardián del Mundo Subterráneo). Los adoradores de Hécate solían dejar su estatua en las encrucijadas, de manera que mirase a los tres caminos al mismo tiempo. Esto es una manifestación de su carácter de Diosa Triple (doncella, madre y vieja) y forma diversas tríadas como en el caso de Artemisa-Selene-Hécate y Perséfone (Kore)-Deméter (Ceres)-Hécate. Esta triple naturaleza de la Diosa fue utilizada en los principios de la iglesia católica para presentar sus enseñanzas del Padre, Hijo y Espíritu Santo, análogos a la Doncella, la Madre y la Bruja. El atributo de sabiduría de la Bruja pasó al Espíritu Santo quien, en su aparición a los apóstoles en Pentecostés les impartió sabiduría espiritual para que pudieran salir a predicar. Otro paralelismo entre la cristiandad y la Triple Diosa son las tres Marías que aparecen en la tumba donde Cristo resucitó: María, la Virgen; María de Bethania, la esposa de Cleofás, y María Magdalena.
Está relacionada también a la sangre menstrual que originalmente era considerada sagrada y misteriosa. El nombre Hécate deriva de la diosa-comadrona egipcia Hequit, Heket o Hekat. El Heq era el matriarcado tribal del Egipto predinástico, presidido por una mujer sabia. Heket era una diosa con cabeza de rana conectada con el estado embrionario en el que el grano muerto se descomponía y comenzaba a germinar. Era también una de las comadronas que asistía cada mañana al nacimiento del sol.
En Grecia, Hécate era una diosa lunar, una de las trinidades originales conectada con las tres fases de la luna que gobernaba el cielo, la tierra y el submundo. Hesíodo, en la Teogononía, dice que era hija de dos Titanes: Asteria, una diosa estelar, y Perses, ámbos símbolos de la luz brillante. Asteria era a su vez hermana de Leto, madre de Apolo y Artemisa. Una tradición anterior la contempló como una diosa más primitiva y la hizo hija de Erebo y Nix (noche). Una tradición posterior afirma que era hija de Zeus y de Hera y que enfadó a ésta por robarle su colorete para regalárselo a Europa.
En un principio, los griegos helénicos hallaron difícil incluir a Hécate en su panteón. No obstante, y a pesar de no encontrarse entre los dioses del Olimpo, retuvo su dominio sobre el cielo y la tierra y el submundo, lo que hizo de ella la otorgadora de riquezas y de las bendiciones de la vida.
Experta en el arte de la adivinación, concede a los mortales sueños y visiones que, si se interpretan correctamente, les proporciona una mayor claridad para resolver sus problemas. Debido también a su asociación con Perséfone, está conectada con la muerte y la regeneración. Su presencia en el mundo subterráneo era la que otorgaba a los pre-helénicos la esperanza del renacimiento y la transformación, como opuesta a Hades, que representa la inevitabilidad de la muerte.
Por estar en el cruce de caminos puede mirar al pasado al presente y al futuro. Entre sus numerosas sacerdotisas estaban Medea y Circe. Sus árboles sagrados eran los tejos y los álamos negros. Como “perra negra” su estrella es Sirio y se la asocia también con los perros que ladran a la luna.
Cuando Hécate aparece en nuestra vida, nos dice que ha llegado el momento de desarrollar nuestro lado intuitivo e inspirado. La intuición y el conocimiento son capacidades que muchas mujeres han ocultado y temido. Vicki Noble advierte que “en el proceso de descubrimiento de sus capacidades proféticas, mucha gente ha pensado que se estaba volviendo loca, que se convertiría en “lunática” y que nunca volvería a ser “normal”. Pero como la naturaleza femenina está relacionada con la luna, las mujeres frecuentemente nos fiamos más de la experiencia y de la intuición”. Ponerla en práctica sin temor es una tarea en la que necesitamos de la asistencia de Hécate para poder aceptar que se trata de un conocimiento que va mucho más allá de lo que llamamos “sentido común” y que puede utilizarse de forma creativa y curativa.
Hécate también es propicia para tratar problemas relacionados con el envejecimiento, la muerte y la vida en el más allá. “En nuestra sociedad el envejecimiento y la muerte son tabúes –explican Starck y Stern-. La insistencia moderna en parecer joven es una forma de mantener el proceso de envejecimiento en la sombra. Ver constantemente escenas de muerte por TV es un proceso de negación de la muerte.
Ver constantemente escenas de muerte por TV es un proceso de negación de la muerte. Hécate, como Diosa de la Muerte y de la Regeneración puede ayudar a hombres y mujeres a entender que la muerte corporal es parte del proceso natural. Como Bruja, la figura de Hécate muestra el hecho de que a medida que la gente envejece puede mantener sus capacidades y una hermosa apariencia. Su sabiduría nos muestra que podemos volver a métodos más antiguos y naturales de curación, sin dejar de recurrir a la medicina moderna. Podemos invocarla para transformar nuestros miedos”. Es imprescindible recurrir a ella y recibir su asistencia durante el período de la menopausia. Podemos interpretar que “las subidas de calor” son en verdad “oleadas de poder” que nos recuerdan el poder de la sangre roja que está dentro de nosotras. Para celebrarla podemos reunirnos y cantar: “Somos las mujeres viejas. Somos las nuevas mujeres. Somos las mismas mujeres, más sabias que antes”. SANDRA ROMAN
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