sábado, 3 de septiembre de 2011

REAPARICION DE MNEMOSINE


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La Cara Mítica del Recuerdo y el Olvido.
Finalizada la guerra con los Titanes los dioses le pidieron a Zeus que creara divinidades capaces de cantar el nuevo orden establecido en el Universo. Disfrazado de pastor, Zeus se unió durante nueve noches consecutivas con Mnemosine, hija de Gea y Urano, hermana de Kronos y Okeanos. Mnemosine, personificación de la memoria, "sabe todo lo que ha sido, es y será "; posee el conocimiento de los orígenes y de las raíces, poder que traspasa los límites del más alla. En Lebadea, ciudad de Beocia, existía una fuente con su nombre, de donde tenían que beber los asistentes al oráculo de Trofonio para tener acceso a la revelación. En las regiones infernales, en el oscuro reino de Hades, existía también una fuente de Mnemosine, a la que se le oponía la de Lete, el río del olvido, del que bebían los difuntos para olvidar su vida terrena. Para los griegos, los muertos son aquellos que han perdido la memoria.
De la unión de Zeus con Mnemosine nacieron las Musas. Psicológicamente podríamos decir, que de la unión de lo divino (los arquetipos del inconsciente colectivo) con la memoria se producen las artes, la inspiración y las manifestaciones de cultura. Las Musas eran sumamente sabias pues conocían todas las historias. Ellas suplen las ausencias de la tradición, teniendo acceso a la sabiduría de Mnemosine, el conocimiento de los orígenes y de las verdades eternas. Homero no las dota de atributos diferentes y eran invocadas primordialmente como deidades de la memoria. Y ya la Mitología nos da un indicio de la función arquetipal de la Historia, porque siendo las Musas personificaciones de la memoria, ellas son, contradictoriamente, "las vírgenes que procuran el olvido de los males y el fin de los pesares" (Hesíodo, Teogonía) endulzando las angustias de la humanidad. La genealogía hesiódica de las Musas las señala en número de nueve, entre las cuales se encuentra Clio. La tradición posterior, en tiempos relativamente modernos, les asigna atributos particulares a cada una, constituyéndose Clio en la personificación de la Historia. Su nombre significa gloria, honor, Ella canta comenzando por el principio, elogiando las hazañas de los héroes, anunciando los hechos importantes. Pero Clio no se interesa por la acumulación de datos, por los sucesos cotidianos, por la historia casuística o el tiempo profano. Ella canta sólo a lo significativo, a aquellos eventos que son algo más que el simple hecho, a los acontecimientos heroicos que tienen un sentido arquetipal, una resonancia psicológica. El pasado expuesto por Clio no es meramente la ubicación temporal de lo que sucedió anteriormente, no es una secuela de causas y efectos, es, más bien, una conexión con las realidades fundamentales, con el fondo del ser y la existencia. Tanto para Hesiodo, como para Homero o Empedodes, las Musas no representaban exclusivamente una memoria exacta del pasado. Eran las reveladoras de verdades escondidas, de una visión profunda e interior del pasado, que permitía revivir las relaciones auténticas, lo cual daba una verdadera sabiduría. Esto se incorpora a la tradición griega de que el conocimiento del pasado pertenecía los poetas, quienes tenían acceso a una facultad especial. Hasta el mismo Aristóteles consideraba que la poesía era la única capaz de obtener una enseñanza esencial de la secuencia temporal de hechos empíricos.
Otra vertiente importante de la Mitología de la Memoria en Grecia es la de la metempsicosis, doctrina de la transmigración y reencarnación, tal como aparece entre los pitagóricos. Ya no se trata de la memoria de los acontecimientos primordiales, como en las musas, sino del recuerdo de las existencias personales anteriores. Esta es una aproximación histórica. Es descubrir una trama en nuestras vidas pasadas y dispersas; rastrear nuestra propia historia a través de una anamnesis. Y es precisamente este recuerdo lo que sitúa a un hombre entre "los que saben". Grecia produjo un verdadero tratado de la memoria. Platón, por ejemplo, afirmaba que los perfectos no tienen necesidad de recordar ya que no han olvidado. El conocimiento de la verdad consistía en recordar las Ideas una vez observadas por el alma, La sabiduría dependía, por lo tanto, del recuerdo de esa realidad superior que era el mundo de las ideas. Pero la dimensión psíquica de esta mitología no se limita exclusivamente a las costas mediterráneas. Las prácticas de los chamanes siberianos intentan recuperar las existencias pasadas. En la India el olvido se equipara a la muerte, a la pérdida de uno mismo, mientras que la anamnesis implica la recuperación de la identidad y el sine que non de la inmortalidad. Buddha y Krishna pertenecen a los pocos que pueden recordar sus nacimientos y existencias pasadas. Y es esa memoria absoluta la que confiere el poder para liberarse del encadenamiento karmico, y la que permite el dominio del destino propio y la llegada a la sabiduría. Sólo conociendo el pasado, así como los efectos y repercusiones de nuestras conductas anteriores, podremos evitar la vuelta al sufrimiento y a la existencia, y podremos redimimos de la ley que nos impone las transmigraciones infinitas(Mircea Eliade, Mito y realidad). El Arte de la Memoria, desde sus fuentes griegas y latinas, hasta, los tratados renacentistas, nos muestra, también, la cara mítica del recuerdo. Cicerón había definido La Virtud como un hábito mental acorde con el orden natural y la razón. Dentro de una de las subdivisiones o partes de La Virtud, La Prudencia, o el conocimiento de lo que es bueno y es malo, se encontraba la Memoria. Los desarrollos medioevales de las enseñanzas de "Tullius", como los de Tomás de Aquino y Alberto Magno, hicieron de la memoria el hábito mental que nos facultaba para obtener lecciones morales y útiles del pasado, las cuales, a su vez, nos llevarian a una conducta prudente en el presente.
En el siglo 16, el Teatro de la Memoria de Giulio Camillo puede mostrarnos otros desarrollos interesantes. Durante el Renacimiento diversos tipos de misticismo cósmico se habían combinado para formar la tradición Hermético-Cabalista, de gran penetración e influencias en esa época. La filosofía y la magia de Marsilio Ficino se habían desarrollado fundamentalmente a partir de sus reflexiones en torno al Corpus Hermeticum y el Asclepius, atribuidos a los supuestos escritos de Hermes Trismegistus. Pico della Mirándola, por su parte, había popularizado la Cábala Judía. Giulio Camilo, buscando una síntesis entre estas tradiciones y el arte clásico de la memoria, hizo de esta ultima el instrumento para la formación de hombres con poderes especiales, el medio a través del cual el macrocosmo se reflejaba en la infinitud del microcosmo humano. La memoria era así concebida como una instancia divina con poderes para alcanzar las más elevadas realidades, la facultad entrenable capaz de obtener el significado y la visión de la divinidad del alma. (Frances Yates, El arte de la memoria).
La Terapéutica del Retorno.
La Antropología y el Estudio de las Religiones Comparadas nos han puesto en contacto con los Ritos de Iniciación. El simbolismo fundamental de dichos rituales es el regressus ad uterum, la vuelta al origen, lo cual permite la renovación, la iniciación y el renacimiento espiritual. Y ese retomo a las raíces no está limitado ni a las sociedades llamadas arcaicas ni a los rituales iniciáticos. Tanto en China como en la India se encuentra ligado a técnicas medicinales, fisiológicas y psicomentales. La técnica panindia del "retorno hacia atrás" era recomendada y practicada por Buddha. Consiste en recorrer progresivamente el tiempo a la inversa, recordando detalle a detalle todos los acontecimientos de nuestra historia personal, hasta llegar a nuestra primera existencia. Solamente a través del recuerdo del pasado, es posible dominarlo e independizarnos de la ley Kármica, objetivo fundamental de la filosofía hindú. Para los taoistas la obtención de la juventud y la salud es posible a través de la vuelta al origen, al huevo o el Gran Uno primordial (Mircea Eliade). La asociación entre las técnicas medicinales, la curación, el rejuvenecimiento y el retorno en el tiempo, está presente en múltiples sociedades tradicionales, y conocerla es indispensable para entender la medicina primitiva. En el Oriente antiguo una medicina funcionaba solamente si se conocían sus orígenes y si aplicaba en un tiempo ritual que recapitulara su descubrimiento. En los conjuros medicinales asirios era indispensable relatar la historia de la enfermedad o del demonio que la causó. Entre los indios navajos, el curandero no puede realizar una ceremonia curativa al menos que ésta esté acompañada del ritual en el cual se recitan los mitos de origen, la historia mítica de la creación del hombre, la historia de los ancestros y el origen de las tradiciones e instituciones de la tribu. Y es que el momento apropiado para la narración de la historia mítica, para la recuperación del pasado, es el de las ceremonias de curación (Mircea Eliade). En la curación ceremonial, practicada en diversos ambientes geogr ficos, la solemnidad ritual no es un acompañante más de la técnica curativa, sino el factor terapéutico fundamental. La ceremonia puede consistir en la realización de una especie de rito iniciático, ya que muchas veces estos últimos degeneraron en métodos curativos, en la repetición de los mitos y la historia de la tribu, o bien en la repetición del trauma inicial que dio origen a la enfermedad. Entre éste último tipo, están las ceremonias curativas de los indios Pomo de Califomia, donde el doctor cantarín supone que la causa de la enfermedad es un acontecimiento pasado que el paciente no puede recordar, en concreto, el encuentro del paciente con un espíritu. La cura consiste en reproducir y presentarle al enfermo la escena realista de su trauma pasado (Ellenberger, El descubrimiento del inconsciente).
Pero para no salirnos del siglo veinte y de nuestro entorno cultural, encontramos que este substrato mitológico está presente tanto en el Psicoanálisis, como en muchas técnicas psicológicas que inducen procesos regresivos. En sus primeros trabajos con pacientes histéricos Freud observó que por medio de la hipnosis podían encontrarse fragmentos de memoria relacionados con la enfermedad del paciente. En muchos casos, el recuerdo de dichos acontecimientos pasados resultaban en la remisión de los síntomas. Desde ese entonces, mucha agua ha corrido debajo de los puentes del Psicoanálisis, pero de manera elemental podría decirse que la salud mental es asequible para el paciente psicoanalizado en la medida en que pueda rememorar e integrar aquellos acontecimientos reales o fantaseados en los que ha quedado fijada su energía psíquica. Por más que hoy en día dicho principio pueda parecemos limitado, no deja de ser una práctica común a casi todas las psicoterapias y tratamientos psiquiátricos, obtener una anamnesis completa de la historia del paciente. Y lo que es más interesante aún, en algunos casos, la recuperación del pasado, la sola confesión de la acumulación de pecados del tiempo profano, pareciera acompa¤ar la remisión de los sintomás. Mircea Eliade ha demostrado convincentemente cómo, para las sociedades primitivas y tradicionales, los hechos tienen una significación transhistórica. La serie de acontecimientos y accidentes arbitrarios que se. dan en el fluir del tiempo, y que en sí conforman la Historia, sólo pueden ser aceptados por el hombre arcaico en la medida en que tengan un sentido metahistórico. Existe la necesidad de anular el tiempo, regenerándolo periódicamente, o atribuyéndole una significación escatológica. La Historia representó el surgimiento de un tipo de conciencia diferente. Ya no se trataba de repetir los hechos primordiales que se dieron ab origen e in illo tempore en el dominio de los dioses y de los héroes: Son ya acontecimientos netamente humanos, precisos y limitados, que se suceden en un tiempo lineal e irreversible.
Sin embargo, de la misma forma que la atribución de los nombres de los santos de la cristiandad a los dioses y espíritus africanos no pudo impedir que las propiedades y funciones de estos últimos aparecieran disfrazadas y moldearan la forma e intención de la religión moderna, la mentalidad arcaica y mitopoética, presente en nuestro inconsciente colectivo, modifica el sentido de la nueva consciencia histórica. Dicho de otra forma: el afán historiográfico de recuperar el pasado de la humanidad es el símil actualizado de la repetición de los mitos cosmogónicos. Su función pareciera ser la misma: encontrarle un hilo, un encadenamiento, o un sentido arquetipal, a la secuencia de acontecimientos humanos en ese flujo arrollador e irrecuperable que llamamos tiempo. La historiografía aparece como una defensa en contra del absurdo de la historia. Y es en esta búsqueda del sentido arquetipal, de lo importante y significativo dentro de la multitud abrumante de acontecimientos en el tiempo, en la que más se ha interesado la Psicohistoria. Pero, probablemente, la más feraz contibución del enfoque psicológico de la historia está en la posibilidad de observar esta última como una forma de Psicoterapia colectiva. Al igual que para el hombre arcaico el conocimiento de los orígenes de una cosa le da un poder mágico sobre ella, y al igual que la repetición de los mitos de creación se convierte en una fuerza regeneradora y curativa, la historia tiene una función terapéutica en el hombre contemporáneo. Hablamos de terapia colectiva. La anamnesis historiográfica, ese recuerdo de todos aquellos acontecimientos decisivos que tuvieron lugar antes de nosotros, pareciera ser, también, una forma de dominar el pasado, de salirse de la ley kármica e impedir que ese pasado vuelva a influir en nuestro presente. Pero además, si nuestra sociedad es consecuencia de lo que acaeció en tiempos anteriores, si lo que pensamos y hacemos actualmente tiene como punto de partida nuestro pasado, el retorno y conocimiento de los orígenes es indispensable para lograr conectarnos con los fundamentos de nuestra existencia, así como para obtener un grado deseable de integración e identidad. Si en la India, la medicina tradicional utiliza el regressus ad uterum para lograr la regeneración de los enfermos y sanar el agotamiento, nuestra cultura occidental utiliza la historiografía para conseguir la regeneración de la sociedad. Sólo en el pasado, a posteriori, toma sentido e hilación la vida
*Analista Junguiano. Profesor de la UCAB
**Publicado en Eidos


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