miércoles, 24 de octubre de 2012


MARTE. EL PEQUEÑO MALÉFICO

El planeta Marte fue (y sigue siendo) el regente de Escorpio, antes de que Plutón hubiera sido descubierto en 1930 por el Dr. Percival Lowell, del Lowell Observatory en Flagstaff, Arizona (Hichey, I., 1992). De esta suerte, debemos considerar su significado simbólico, pues, además de ser el regente tradicional de Escorpio, representa uno de los aspectos de lo inconsciente que requieren máxima atención en estos días.
Marte simboliza la energía, la voluntad, la actividad-agresividad, el ardor y la tensión. Dado que estas características son mal empleadas con mucha frecuencia, a este planeta se le conoce con el sobrenombre de “el pequeño maléfico” ya desde la edad media. A este astro también se le asocia con el gobierno de la vida y la muerte, aunque esta faceta está más íntimamente relacionada con Plutón. Es regente del signo activo, impulsivo y violento de Aries, así como del signo de Escorpio.
También simboliza el fuego de los deseos, el dinamismo, la vitalidad, la violencia y los órganos genitales del hombre, es decir, la sexualidad. Pero Marte simboliza el aspecto más profano de la sexualidad. El instinto sexual de reproducción y supervivencia de la especie, la atracción sexual mas primaria y las aspectos más personales de la sexualidad se asocian con Marte. Su relación con Ares, el dios de la Guerra, ha sido ampliamente demostrada. De hecho, los últimos estudios estadísticos de cartas natales han dado por resultado una relación directa entre los emplazamientos de Marte en la carta de militares europeos, campeones deportivos y médicos.
Cada uno de nosotros existimos como entes individuales. Y tenemos que mantener esta individualidad propia para hacer frente a las presiones y dificultades del mundo exterior e interior y de los otros miembros de la sociedad. Estas presiones suelen amenazar con la violación de la propia naturaleza del individuo e incluso su supervivencia. Y la energía que lucha por la supervivencia del individuo a este nivel es simbolizada por Marte. En este aspecto Marte se asemeja a Saturno.

Por tanto, desde un punto de vista moderno y en su forma más arcaica, Marte representa el instinto de supervivencia o autoprotección. Así, la agresividad, generalmente asociada a este planeta, se puede comprender como un exceso de autoprotección o una activación excesiva del instinto de supervivencia. Cuando alguien se siente amenazado, bien sea por un miedo objetivo o subjetivo, bien por pánico (lo que no es sino una diferencia de grado) la energía marciana se activa, expresándose en forma de agresividad. Sin embargo, en ocasiones, esa energía de autoprotección se manifiesta en una huida efectiva. La adrenalina se libera y el cuerpo comienza a reaccionar frente a una situación estresante o amenazante, dándose dos posibles reacciones: defensa-ataque anticipado-contraataque o huida.
La energía marciana es, por tanto, individualista o centrada en sí misma. Pero tiene la facultad de poder ser proyectada en un grupo, produciéndose una identificación. En épocas de guerra, como la nuestra, en deportes colectivos, etc., las personas se pueden identificar con el bienestar de un grupo, de una nación o incluso de un conjunto de naciones (cual es el caso actual), identificando su propia supervivencia con la del grupo. De esta suerte, la energía marciana tiene un cauce social que trasciende la mera autoprotección y el individuo pone su actividad-agresividad al servicio del grupo. Esto puede ser causa tanto de grandes catástrofes, cuanto de grandes avances. El nivel de conciencia del individuo inclinará la balanza hacia uno u otro extremo. No obstante, una expresión marciana positiva sería aquella en la que el individuo utiliza sus fuerzas para ser cada vez más fuerte y mejor, como por ejemplo el atleta en su deporte, el político con su país, el médico con sus pacientes y, por supuesto, el despliegue de nuestra personalidad total en el espacio y en el tiempo.

fuente: http://www.odiseajung.com/jung-psicologia-ensayos/ensayo.php?tit=Delgado-activacion-muerte-renacimiento-III

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